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1:59 AM (15 minutes ago)
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Llegaste alborotándolo todo. Así de simple: llegaste. Te habíamos esperado como preludio de huracán que sabíamos que inevitablemente llegaría. Y así llegaste. Sencillamente arribaste con tu energía intensa, inagotable, y a la vez inexplicable... Llegaste.
Te volcaste desde el primer minuto a cumplir con tu objetivo. Saltaste de un lado para otro sin darle tiempo a muchos de seguirte el rastro. Te movías de una forma extraña. Demasiado ligera como para que alguno de nosotros pudiésemos entender.
Te volcaste desde el primer minuto a cumplir con tu objetivo. Saltaste de un lado para otro sin darle tiempo a muchos de seguirte el rastro. Te movías de una forma extraña. Demasiado ligera como para que alguno de nosotros pudiésemos entender.
Sin compasión abriste un hueco inmenso y te colaste en el pecho de todos. Era esa mezcolanza de poder, irreverencia, dulzura y fortaleza desbordada por cada poro. Siempre con la respuesta en la punta de la lengua. Lengua afilada y “sabiducha”. Siempre respondiendo sin tapujos lo que llevabas en tu mente y tu corazón. A quien no te quisiera escuchar, que no preguntase.
Sorprendías con tu lenguaje de sencillez y a la misma vez profundo conocimiento. Emanabas esa energía a tu alrededor que provocaba que cada uno de nosotros quisiera tenerte para sí mismo el mayor tiempo posible....
Llegaste derrochando verdades. A cada paso, en cada esquina, delante de cada micrófono y delante de cada cámara. Era sencillamente adictivo tener tantas verdades en tampoco tiempo.
Apenas comías, apenas dormías, apenas te quedaba tiempo para ocuparte de ti misma... A mis pocas intervenciones que intentaban a la fuerza hacerte descansar respondías irreverente: “Yo no vine aquí a dormir, Jorge.” Y me mandabas a callar con esa mirada tan dura, que no sé si habrá alguien que pueda sostenertela.
Fuiste la tormenta avasallante que atacó Miami en Agosto. Y así, sin darnos cuenta, al igual que llegaste te marchaste.
Nos dejaste a todos el inmenso vacío de no escuchar tu voz, con el incurable deseo de levantar el teléfono y volverte a llamar para escuchar ese “que volá?” tan desenfadado... Con la necesidad de eliminar el inexplicable hueco que una flaca como tú nos dejó...
Nos preocupamos por cada cosa que pudiese esperarte del otro lado del estrecho de la Florida. Y aunque te sabemos con los tuyos, aún nos parece que estamos en medio de la “calma chicha” que precede a tu próximo huracán. Todos nos sentimos tu familia y te extrañamos como no tienes una idea. Y no voy a pedirte mucho para que no me mandes más a callar y me califiques de “intenso”. Pero, si no te es mucha molestia, coño,
¡CUÍDATE, FLACA!.
Jorge.
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